El dolor sumió la mente de Viviana en el caos mientras aullaba agónicamente. De repente, empezó a reír maníacamente. Se mordió el labio con tanta fuerza que le brotó sangre. Su cara se contorsionó y sus ojos parecían a punto de salirse del cráneo. Con una mueca siniestra, miró a Roxana.
―¿Y qué si envenené a tu madre hasta la muerte, Roxana? Sólo puede culparse a sí misma. Esa zorra se negó a divorciarse de Germán y siguió sacándole dinero. No es mejor que yo. Jajaja...
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