Aunque Roxana ya no tenía fiebre, Andrés y Bautista continuaban preocupados, así que convencieron a su madre para que se quedara en casa otros dos días.
Una vez recuperada del todo, envió a los niños al jardín de infantes. Justo cuando se subía al auto y se disponía a ir al centro de investigación, sonó de repente su teléfono. Leyó el nombre en el identificador de llamadas y vio que era Javier, su profesor. Ella creía que la llamaba por el proyecto, así que contestó de inmediato.
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