Capítulo 77 Como un extraño
Luciano, de pie en la puerta del comedor, lucía conflictuado cuando por fin vio a Estela sonreír. «Me llevó tanto tiempo convencerla, pero no es nada comparado con lo que dijeron estos tres. No solo dejó de llorar, sino que sonrió». Después de estar de pie por un momento y ver a los niños hacer que Estela sonriera de forma radiante, entró a la sala, ya que quería llevársela a casa. Solo habían ido para que ella lo confirmara con sus propios ojos y, como ya lo había conseguido, era hora de ir a casa, pero en cuanto se acercó a Estela, escuchó que le hizo ruido el estómago a la niña. Roxana frunció el ceño.
—¿No has cenado?
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