Mientras tanto, de regreso a la residencia Fariña, Luciano echaba miradas intermitentes por el espejo retrovisor. Veía a Estela sentada obedientemente en la parte trasera y resoplaba de vez en cuando. Sin embargo, no parecía que fuera a volver a llorar. Reaccionaba de forma muy diferente a cuando había dejado a Roxana. Luciano no pudo evitar sentirse inquieto por su comportamiento y pensó que había sufrido algún tipo de shock.
Poco después, dijo con voz tenue: —Adelante, llora si te apetece.
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