Magalí no tardó en regresar a su despacho con un cubo lleno de agua. Sin vacilar, vertió el contenido del mismo sobre el cuerpo de Carmen, asegurándose de empaparla por completo.
―Si matar no fuera ilegal, le habría echado un cubo de hierro fundido hirviendo ―añadió Magalí, luego miró a Carmen con maldad, esperando a que esta recobrara el conocimiento.
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