—¡Ah! —exclamó Abril mientras arrojaba violentamente el teléfono que tenía en la mano—. ¡Me aseguraré de que esa mujer, Roxana, se arrepienta del día en que nació! Ella debe ser la responsable. Tiene que ser ella.
Con eso, Abril estaba a punto de salir corriendo cuando Santiago la detuvo en seco.
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