Roxana pasó los siguientes días de aquí para allá preparándose para la consulta médica. Su conocimiento sobre la familia Dorante se limitaba a meros rumores y al foro que Javier le había recomendado, por lo que sentía que no era suficiente. Esta era una oportunidad extraordinaria y, si quería aprovecharla al máximo, necesitaba estar lo más preparada posible.
Debido a esto, ya se había convertido en una visitante asidua de la residencia Quevedo en los últimos días. Alfredo sentía mucha admiración por ella, por lo que no le molestaba responder todas y cada una de las preguntas que tenía sobre la familia Dorante. Al terminar de hablar de los Dorante, Alfredo le pidió a Roxana que lo ayudase a sentarse en su silla para luego aventurarse a decir con un tono serio:
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