La inocente pregunta del niño sólo hizo que Luciano se sintiera más horrible. La palabra «rompehogares» era un término cruel. Sin embargo, Luciano fue la razón de que Abril se atreviera a llamar así a Roxana. Al darse cuenta de ello, Luciano sintió un dolor sofocante en el corazón, seguido de una culpa abrumadora.
Cuando al cabo de un rato no hubo respuesta de Luciano, Batista empezó a asustarse. —¡Mamá no es una rompehogares!
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