Los segundos seguían pasando, pero las puertas de la sala de urgencias permanecían cerradas. El corazón de Luciano se sentía cada vez más oprimido mientras esperaba en el silencioso pasillo del exterior.
«¡Allí hay al menos cinco especialistas! ¿Por qué tardan tanto? ¿Cómo está Roxana? Quizá debería abrir las puertas e ir a verla. No, ¡no puedo hacer eso! Tengo que ser racional. Mantén la calma, Luciano...»
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