La consulta médica no terminó hasta la noche. Para cuando todos los niños del orfanato recibieron sus tratamientos, los médicos quedaron muy agotados. A Roxana le dolía todo el cuerpo, pero la idea de que esos niños se recuperaran la alegraba; además, enviaron al hospital a aquellos que tenían una condición más grave. Durante todo el proceso, por poco se olvidó del propósito de su estancia: lo único que le importaba eran los niños.
Cuando salieron los médicos de los cubículos, todos los niños hicieron una fila en el patio. Ellos, guiados por el director del orfanato, hicieron una reverencia y juntos dijeron:
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