Luciano y Roxana fueron a la academia de arte a buscar a los niños. Cuando llegaron, había todo tipo de coches lujosos estacionados a la entrada de la academia. Como la matrícula anual costaba hasta un millón, sólo los ricos podían permitirse enviar allí a sus hijos.
Dicho esto, la academia de arte tenía algunos alumnos superdotados que estaban becados. Al principio, Luciano tenía que pagar la matrícula de los chicos, pero cuando la academia se enteró de quiénes eran y de sus resultados académicos, les ofreció estudiar gratis.
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