Una vez que Joaquín y el grupo de hombres huyeron, solo quedaron Luciano y Roxana en el pasillo. Su muñeca aún estaba siendo sujetada por Luciano. Al percatarse de que no iba a soltarla en un futuro cercano, Roxana no estaba molesta en lo absoluto. Solo dijo con una voz tranquila.
―Ya todos se han ido. Puede soltarme ahora, señor Fariña. No huiré.
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