El coche se detuvo lentamente frente al hospital. Camilo salió del coche y se dio la vuelta para sacar a los niños, pero vio que ya estaban fuera, mirándolo fijamente con los ojos brillantes de impaciencia, esperando a que los llevara dentro.
El hombre suspiró internamente ante la impaciencia de los niños. Reprimiendo el malestar que le embargaba, les dio unas palmaditas reconfortantes en la cabeza.
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