Estela notó que su padre se quedó callado y poco a poco fue agachando la mirada para luego permanecer sin palabras por igual por un rato antes de levantar su cabeza para ver a Luciano con ojitos de perrito.
—Entonces, ¿podré jugar con la señorita Jerez cuando crezca, papi? —Luciano quedó atónito una vez más al escuchar a su hija.
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