―Ni usted ni yo estamos casados, ¿cómo es que la pongo en un aprieto, señorita Jerez? ―preguntó Luciano con voz profunda, luego de una pausa. Roxana apenas logró controlar sus emociones y frunció el ceño.
―Si recuerdo de la manera correcta, señor Fariña, fue usted quien me recordaba con frecuencia mantener a los niños en mente.
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