―Andrés, Bautista, ¿están bien? ¿Les duele? ―Luciano ayudó a los dos niños a levantarse, con los ojos llenos de preocupación al ver la sangre que les corría por las rodillas, mientras estaba envuelto en una intensa aura malévola.
Estela también corrió apresurada para ver cómo estaban sus dos hermanos. Cuando se dio cuenta de que ambos estaban heridos y sangrando, sus ojos se llenaron de lágrimas y amenazaron con derramarse.
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