Atónito por la respuesta, Germán intentó mover sus labios agrietados, pero lo único que consiguió fue esbozar una sonrisa irónica.
―Puesto que ya lo sabes, será mejor que te diga la verdad. Es cierto que sucumbí a mi codicia y acepté el soborno del señor Canarias. Su objetivo era ponerme a su lado para recabar información ―Germán relató la verdad con franqueza―. Con ese objetivo en mente, me divorcié de Viviana. Al principio, el divorcio no pretendía ser auténtico. Una vez que recibiera suficiente dinero del señor Canarias, ella volvería a mi lado. Desafortunadamente, fui un tonto... ―murmuró entre dientes.
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