Había pasado una hora y Abril yacía en la cama, entumecida y llorosa, con chupetones cubriéndole el cuerpo. El hombre yacía a su lado, desnudo y engreído.
«Tengo que decir que esta joven es diferente a las prostitutas con las que me he acostado. Es tan bella e impecable e incluso huele muy bien. Sería una pena acostarme con ella sólo una vez».
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