—¡No! ¡Quiero a la señorita Jerez! —imploró la niña mientras miraba a Roxana con los ojos muy abiertos y luego de fulminar a Luciano con la mirada.
A juzgar por lo intratable que se mostraba Estela, Luciano estaba seguro de que no podría llevarla a casa, así que acabó cediendo y se acercó a Roxana. Cuando la mujer lo miró a los ojos, frunció el ceño porque sabía lo que estaba a punto de decirle.
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