Justo cuando la multitud pensaba que Luciano se detendría, le vieron teclear otra cadena de código para rastrear la dirección IP del hacker.
Cuando terminó, se puso de pie y miró a los miembros del departamento de informática, que bajaron la cabeza en señal de culpabilidad. No sólo veneraban a Luciano porque era su jefe, sino también por sus impresionantes habilidades. No tuvieron más remedio que someterse a su interrogatorio.
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