La pareja realmente no sabía cómo resolver el predicamento actual. Incluso con el inmenso poder de él y las incomparables habilidades médicas de ella, todavía había situaciones que les dejaban indefensos. Mientras reflexionaban, un repentino estallido de gritos furiosos llegó desde la sala de estar de la mansión. Eran los bramidos de Milena.
―¿Qué tonterías dices? ¡No estoy enferma! ¿Cómo podría estar enferma? Juan, ¡ven aquí rápido! ¿Quiénes son estas personas? ¿Realmente están invitados aquí por Luciano? No quiero hablar más con ellos, ni quiero seguir cooperando con esta investigación.
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