A la mañana siguiente, Roxana ya se había despertado cuando lo hizo Luciano. Permaneció con el ceño fruncido mientras se quitaba las agujas.
Luciano se miró la palma de la mano vacía y luego desvió la mirada hacia la mujer que tenía delante. Con voz ronca, preguntó: —¿Cuándo te has despertado? ¿Por qué no me despertaste?
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