Durante todo el tiempo, Luciano no dijo nada. Lo único que hizo fue descargar su frustración dando patadas y puñetazos a Jael.
Al final, Jael no pudo decir nada. Sólo podía respirar profundamente para intentar minimizar el dolor. Al cabo de un buen rato, era inmune a los golpes. Fue entonces cuando Luciano dejó de pegarle.
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