Sin nadie que la molestara, Roxana trabajó sin problemas. Después de un momento, Alfredo tenía en el pecho una docena de agujas de plata. Durante todo el procedimiento, centró su atención en tratarlo con calma y de forma firme. De hecho, estaba tan concentrada que no se dio cuenta de que Luciano la miró todo el tiempo.
Cuando estuvieron abajo, él ya había leído sus credenciales, las cuales eran perfectas. Eso fue suficiente para que él se imaginara lo interesante que había sido su vida durante los últimos seis años, pero era la primera vez que veía esa faceta de ella. Cuando hacía su trabajo, estaba tan concentrada que no mostró vacilación en sus movimientos. Era algo que Luciano nunca había visto a Roxana hacer y sintió una sensación indescriptible cuando la vio.
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