Conrado sintió que ya le había dado demasiadas pistas, así que no dijo nada más y se retiró; Roxana, por su parte, frunció el cejo al ver la puerta de su oficina cerrándose, pues en el único que podía pensar era en Luciano.
«Si en verdad es él… Me pregunto qué demonios estaba pensando…», se preguntó en su mente, mientras que el beso de la noche anterior seguía fresco en su memoria.
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