La tomó de la muñeca y sacó a Roxana del banquete casi a la fuerza ante la vista de todos. La mujer trató de soltarse varias veces, pero el agarre del hombre era lo suficientemente fuerte como para disuadir tal intento y no fue hasta que llegaron afuera que la sujetó con menos fuerza. Roxana se apartó con una mueca y dio varios pasos hacia atrás para distanciarse de él.
—Gracias por su amabilidad, pero puedo conducir a casa. No hay necesidad de molestarlo para que me lleve, señor Fariña. Su madre y su prometida todavía están adentro, así que debería volver y acompañarlas.
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