Luego de haber huido de la sala, Roxana no tenía a donde ir así que se escondió en el hueco bajo la escalera. Mientras se apoyaba en la pared y jadeaba, levantó la mano para tocarse los labios adoloridos y sintió como si los cálidos labios de aquel hombre aún la estuvieran besando; luego, bajó los ojos con desprecio.
Habían pasado muchos años y creía que ya no sentía nada por Luciano; sin embargo, después de un solo encuentro con él, el hombre volvía a causar estragos en su mente.
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