—Discúlpame, por favor —dijo Jael a la inconsciente Roxana antes de alargar con cuidado la mano para desabrocharle el botón.
Conrado hacía muecas mientras observaba las acciones de Jael. Justo cuando Jael desabrochaba el primer botón de Roxana, una serie de pasos rápidos sonaron desde el exterior del despacho. A Conrado se le iluminaron los ojos, pero enseguida reprimió su excitación y miró hacia la puerta fingiendo confusión.
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