—¡Maldición! ¿Quién demonios arruina mi diversión?
El doctor se cubrió la cintura del dolor y se puso de pie. Antes de que pudiera ver bien a la persona frente a él, volvieron a patearlo en el abdomen tan fuerte que comenzó a sudar frío al instante, por lo que se inclinó y no pudo decir nada durante bastante tiempo. Roxana miró al hombre frente a ella que emanaba un aura distante e indiferente y se quedó atónita; sin embargo, en ese momento, se sintió tranquila ante su presencia.
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