Pasó un tiempo indeterminado y Clemente al final recobró el sentido.
—¡Señor Fariña, me equivoqué! ¡Nunca me atreveré a hacer esto de nuevo! ¡Abril me obligó! —suplicó en pánico y habló sin considerar sus palabras—. No quiero el dinero. Por favor, déjeme ir. ¡Me iré!
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