Sintiendo que ella estaba fuera de sí, Luciano sintió deseos de seguir indagando. Sin embargo, se tragó sus palabras en el último momento al pensar en su interacción anterior. Incluso cuando la mesa estaba preparada, ninguno de los dos dijo una palabra.
Los tres niños, que ya estaban sentados a la mesa, se alegraron al ver a sus padres ocupados. El deleite que desprendían fue ablandando poco a poco el corazón de Roxana. Aunque Roxana se había calmado después de cenar, los resultados de las investigaciones de la tarde seguían rondando por su cabeza. —Señor Fariña, ¿está preparado para hablar de ello?.
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