Era la segunda vez que Luciano oía a Estela dirigirse a Roxana de aquella manera en el periodo de una sola noche. Al ver la mirada tímida de la muchacha, Luciano frunció el ceño, pero no se atrevió a decirle nada.
En cuanto Estela se dio cuenta de que su padre no le estaba pidiendo que cambiara la forma de llamar a Roxana, se le iluminaron los ojos y se volvió para mirar a Andrés y Bautista con deleite en el rostro. Si Roxana no hubiera estado dormida, los niños habrían vitoreado a voz en grito.
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