—Señorita Jerez —dijo Estela, tirando de la ropa de Roxana con cautela.
Roxana bajó la mirada y vio a la pequeña mirándola de forma lamentable, con sus ojos grandes y redondo. Parecía que le estaba preguntando por qué la estaba ignorando. Sus ojos de cachorrito la conmovieron, pero solo pudo forzar una sonrisa en respuesta. Luciano notó su inquietud con Estela. Frunció el ceño, pero enseguida escondió sus emociones y dijo:
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