El hombre presionó los ardientes labios contra los de ella y ambos respiraron sobre la piel del otro. En ese preciso instante, a Roxana le quedó la mente en blanco; jamás se imaginó que Luciano llegaría a hacer eso. El hombre incluso le tomaba el mentón con más fuerza, parecía que intentaba obligarla a que abriera la boca. En ese momento, Roxana recobró los sentidos y comenzó a darle una golpiza.
—¡Suélteme, Luciano Fariña! ¿Acaso se volvió loco? Estamos en un restaurante, cualquiera podría entrar en cualquier momento.
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