―Pórtate bien, Ela. Déjame cargarte. Ya no llores ―la consoló Sonia con impaciencia.
Por sorpresa, mientras Sonia más la consolaba, más fuerte lloraba Estela. Estaba llorando tanto que apenas podía respirar. Cuando Sonia se dio cuenta de que las cosas se habían salido de control, se la pasó a Luciano de mala gana y el llanto de Estela de debilitó de nuevo, convirtiéndose en quejidos una vez que llegó a los brazos de Luciano. Cuando él se percató lo agraviada que Estela se veía, supo exactamente lo que había sucedido.
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