Al despertar, las elegantes cortinas se abrieron automáticamente, dejando que los rayos del sol matutino iluminaran suavemente la habitación.
La gloriosa luz permitió a Jonás contemplar con atención la figura dormida a su lado. La delicadeza de su nariz, la plenitud de sus labios y el ligero temblor de sus pestañas lo cautivaron por completo. El giro repentino de los acontecimientos de la noche anterior lo había tomado por sorpresa.
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