Cuando Roxana regresó a casa después de haber estado en la residencia de los Quevedo, Andrés y Bautista ya la estaban esperando. Esa noche, los niños no le dieron la bienvenida en la puerta como era de costumbre. En lugar de eso, estaban sentados en el sofá y parecían estar desanimados. Nadie sabía lo que pasaba por sus mentes. Roxana le lanzó una mirada de confusión a Lisa, pero ella solo se encogió de hombros como respuesta.
―Han estado así desde que fui por ellos esta noche.
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