Por fin, llegaron a la puerta de la casa de Roxana.
Casi entusiasmado, Camilo pisó los frenos antes de bajarse tambaleando para abrirle la puerta a la pareja sentada en la parte de atrás. Solo cuando los vio entrar a la mansión, respiró profundo con alivio. «Por algún motivo, el ambiente nunca es agradable cuando el señor Fariña pasa tiempo con la señorita Jerez».
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