El bosque estaba oscuro y Roxana solo veía gracias a la linterna porque la poca luz de la luna no iluminaba el camino. Se adentró con cuidado sin saber dónde estaba; lo único que sí sabía era que Estela no estaba por ninguna parte hasta ese momento. Después de llevar a Andrés y Bautista de vuelta al hotel, comprobó los mensajes del grupo de WhatsApp y se dio cuenta de que ninguno de los otros padres había visto a la niña. «Nadie ha buscado en el bosque. Este es el único lugar que queda. Si Ela en verdad está aquí...». Mientras más pensaba en eso, más se preocupaba; incluso a ella le asustaba estar sola en ese lugar, no podía imaginarse a Estela, que no era más que una niña. «Ela no habría entrado aquí si no fuera por mí». Ante ese pensamiento, apretó los dientes y caminó más rápido porque debía encontrarla lo antes posible.
—¡Ela! ¿Dónde estás? —Roxana gritó su nombre mientras se adentraba más con la esperanza de que la niña le diera alguna respuesta. Sin embargo, incluso después de gritar hasta que su voz se volvió ronca, su entorno permaneció en silencio.
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