Después de media hora, el auto de Sonia se detuvo poco a poco en la entrada de la residencia Fariña. Para entonces, Estela, quien estaba en el asiento trasero, se había callado. Sonia sintió alivio por dentro porque pensó que Estela por fin había terminado de llorar durante el viaje a casa. Pero, para su sorpresa, vio que su rostro seguía lleno de lágrimas al abrir la puerta de auto. Estela se había cansado de llorar tanto, pero seguía haciéndolo en silencio. Cuando Sonia abrió la puerta, ni siquiera se molestó en mirarla. Sonia sintió lástima al ver a su nieta sollozando en silencio. Extendió sus brazos para cargarla y la consoló con impotencia:
―¿Por qué sigues llorando? ¿Tanto te agrada Roxana? ¿Yo no te trato bien?
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