En la sala, los especialistas estaban demasiado ocupados para saludar a Luciano. Roxana estaba en estado crítico y los especialistas no podían impedir que sus vasos sanguíneos se endurecieran. Si se le rompían las venas, podía morir.
Al ver la situación en la habitación, Luciano no se atrevió a acercarse a la cama. Sólo pudo observar a Roxana desde lejos. Ella estaba tan pálida como una sábana y sus labios parecían completamente blancos. Con el flequillo empapado en gotas de sudor frío, parecía tan débil y frágil.
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