Mientras tanto, en la residencia Quevedo, Alfredo tenía el ceño fruncido cuando se fue Roxana. El cuidador vino para llevarlo a hacer su ejercicio diario, pero Alfredo le espetó:
—No haré ejercicio hoy; puedes irte. —Entonces, se dirigió a Jonatan y exigió—: Prometiste colaborar con el instituto de investigación de la doctora Jerez, pero ¿por qué está pasando esto? Ni siquiera estabas enterado hasta que vino ella. ¿Qué tal si no hubiera venido a pedir una explicación? ¿Acaso conocerán al Grupo Quevedo por no cumplir su palabra?
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