Jael escrutó a la persona que tenía delante. El capitán bajó la cabeza ante su mirada. El miedo y la resignación se reflejaban en su rostro mientras se estremecía ante la idea de enfurecer a Jael. Con cautela, el capitán trató de explicarse:
―Creo que ya sabe, señor, que en el mar solemos enfrentarnos a diversos problemas impredecibles, ¡pero no se preocupe! Mi tripulación tiene mucha experiencia. No se preocupe, señor. No tendrá que esperar mucho.
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