Jonatan se esforzó mucho antes de poder tranquilizar las cosas, pues siguió conversando con Roxana acerca de la industria farmacéutica en Horneros y ella conversaba con paciencia; mientras tanto, Luciano ya no dijo ni una sola palabra más y apenas tomó su vino en silencio. Cuando Jonatan miró que más de la mitad de la botella de vino se había esfumado, se apresuró a concluir la comida.
―Ya es tarde, terminemos por hoy. Presionaré a los proveedores para finalizar lo más pronto posible ―comentó. Roxana ya no quería seguir ahí, así que estuvo de acuerdo sin duda alguna; los tres bajaron las escaleras y cuando ella estaba por pagar la cuenta, pero Jonatan la detuvo―. Era una broma, ¿cómo sería posible que me dejara invitarme una comida? Si mi abuelo se enterara, ¡me despellejaría vivo!
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