—¿Es eso cierto? —Jacobo miró a la niña en sus brazos.
Estela sacudió su cabeza con fuerza. Era evidente que lo que acababa de mencionar Luciano no era la razón real, o al menos no la única, por la que Estela lloraba tanto. Jacobo regresó su atención a Luciano con una expresión de impotencia.
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