Apenas Roxana se acercó a la entrada del instituto, vio a Conrado de pie en la puerta de la entrada. El hombre parecía perdido en sus pensamientos mientras se recargaba contra la pared, casi en trance y con un rostro inexpresivo. Ni siquiera la vio entrar.
Tal comportamiento le pareció curioso a Roxana, quien llamó su nombre:
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