Luciano acomodó sus pensamientos y siguió al pequeño adentro de la mansión. En cuanto ingresó, vio a Estela sentada en la alfombra prestándole total atención a las piezas de Lego que tenía enfrente. También había un pequeño niño junto a ella que se veía igual al que le había abierto la puerta. «Mellizos, ¿eh?». Con una mirada sombría, Luciano apartó la vista de los niños y, en cambio, examinó el resto de la sala de estar. Roxana no estaba por ningún lado.
—¡Llegó tu papá! —le exclamó Andrés a Estela con desdén al entrar, su comportamiento amigable se había desvanecido por completo.
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