A Luciano se le hincharon las venas de los brazos y descargó su rabia golpeando la pared con el puño. «No hay mucho que hacer. Tengo que dejarla ir aunque me odie por ello. Haré lo que sea para salvarle la vida, incluso someterme a Jael».
Después de un día agotador en la sala, Magalí salió y se sorprendió al ver a Luciano en la puerta.
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