Esa tarde, la casa de los Fariña se llenó de alegría y risas cuando se enteraron de que Luciano y Roxana esperaban mellizos. Elías y Sonia se emocionaron tanto que casi se les escaparon las lágrimas. Cuidar de Estela siempre les generaba ansiedad, impidiéndoles disfrutar plenamente de la vida familiar. Ahora, con la llegada de los mellizos, podrían desempeñar su papel de abuelos con mayor competencia. Esperaban que esta vez fuera más fácil que con Estela, cuyo cuidado les resultaba desafiante.
Los tres niños estaban emocionados de tener nuevos hermanitos y aplaudían y vitoreaban con entusiasmo. Llenaron a sus padres de cumplidos y ánimos por su capacidad copulativa, elogiándoles repetidamente por ser tan capaces, lo que hizo que Luciano y Roxana se sintieran ligeramente avergonzados. Parecía que esta «habilidad» no necesitaba tanto reconocimiento.
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