Roxana se detuvo y miró sobre el hombro con confusión. Luciano tenía el ceño muy fruncido.
—Son las cuatro de la mañana y solo ha dormido un poco, así que no dejaré que regrese a casa sola. Además, ¿qué le diré a Ela? Prometió que no se iría. Si se despierta y no la ve, sin duda que se irritará y puede que se escape a su casa. Todavía está débil, ¿y si se vuelve a enfermar?
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